Hoy, aunque hace días que la tenía pendiente, me viene a la cabeza una película de uno de mis directores favoritos (Jim Jarmusch), para explicar una manera de vivir la vida, una manera de ser, secreta pero que a todos nos apena. La semana pasada y, por cuestiones de trabajo, acudí a la sede de visitas biológicas de la DGAIA (mejor poner las siglas), donde los familiares de niños que se les ha quitado la tutela se reunen para mantener el contacto. La sensación de estar en aquel corredor con las habitaciones de cristal, viendo sin observar, escuchando sin oir, me recordó a las clases de naturales de la primaria (antigua EGB), donde se nos explicaba el crecimiento de la vida, en este caso de los árboles y de las plantas. Levanté un momento la mirada, y me acudió a la imagen el título de la película de Jarmusch. Son flores rotas, desarraigadas, arrancadas de su tierra, para volver a crecer, con más fuerza, con otras posibilidades en el interior de una maceta, fuera de su tierra natal, fuera de su fuente, donde podría no crecer o, simplemente, morir destruida. Son vidas rotas, pero, principalmente, flores rotas, ya que el retorno, el volver a tener cerca la semilla o la tierra que les vio emerger, tampoco les sirve de mucho, ya que ahora intentan crecer en otro lugar, beben de otras fuentes, aunque en sus raices guardan recuerdos del que un día fue su lugar de origen y el deseo està presente, pero la seguridad de la maceta, les previene del lado del que no deben caer. Todo esto me vino a la cabeza en una hora que estuve allí y hacía tiempo que lo quería poner, ya que algunos tenemos la posibilidad de volver, es decir, de enriquecernos de la tierra y los alimentos de donde nacimos, pero otros, aunque lo deseen en sus raices, no lo pueden hacer, ya que les acabarían convirtiendo en flores machacadas, en flores destruidas, en vidas sin color, en pétalos que caen mecidos por el viento, en silencios, en nada.
jueves, 30 de octubre de 2008
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1 comentario:
A veces podemos encontrar una flor que corre peligro, en mitad de una obra de construcción, de una autopista. Se ve que no durará mucho, pero siempre queda la esperanza de que una semilla suya salga volando por el aire y se asiente en otro lugar, más sano y libre donde se pueda desarrollar plenamente. Esta flor entonces, rota, no muere, solo se transforma.
Si hacemos un símil con el pasado, se puede ver que lo de atrás ya no volverá, pero queda el presente y sobre todo, el futuro, que aun no teniendo nada que ver, puede ser mejor.
¿Quién sabe si un padre a quien le han quitado la custodia no se alegrará, aunque sea con tristeza, que su hijo o hija crezca en aun ambiente mejor y con un mejor futuro... Dolor y felicidad van siempre unidos de la mano y no son necesariamente incompatibles.
De todos modos, hablo en la teoría, nunca me he encontrado con tal tesitura...
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